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lunes, 22 de octubre de 2012

LA ANTIPOLÍTICA


Estamos viviendo un momento de nuestra historia en el que ser político no está bien visto. Los políticos roban y viven ajenos a la problemática del pueblo llano, los políticos tienen sueldos astronómicos y pensiones vitalicias insultantes, coches oficiales, escoltas y privilegios varios que indignan a la gente que ve como menguan sus derechos y su calidad de vida.
En este contexto uno de los mayores problemas de los españoles sin lugar a dudas, y como reflejan numerosas encuestas es la clase política. Culpamos a los políticos de nuestros males, y mucha razón tenemos.
Pero no vendría mal recordar aquello que dijo Gramsci  “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos."

Uno de los monstruos, en este caso, es la antipolítica.
El razonamiento es claro: Si los políticos son el problema, la solución no puede venir de la política.
¿Pero realmente el problema es la política? ¿Qué política? ¿Qué es política?
Si por política entendemos tráfico de influencias, corporativismo, corrupción, impunidad, privilegios… entonces sí, el problema es la política. Pero para aquellos que defienden este discurso deberían darse cuenta que son tiempos en que hay que recuperar el valor y el significado de las palabras que la oligarquía y el poder han pervertido en su beneficio. Tenemos que rescatar esos términos que se han encargado de decolorar astutamente aquellos que veían en el abanico cromático del sistema la debilidad de su poltrona.
Simplemente hay que dar un pequeño repaso a todos aquellos elementos que configuran la esencia de una sociedad política para darse cuenta que el inmovilismo y el desprestigio de éstos, únicamente beneficia a la casta aferrada al poder.
La estrategia es clara, la devaluación de la política, el sindicalismo, las ideologías, las protestas sociales… tienen un claro benefactor, porque la potenciación de cualquiera de éstos supone inestabilidad oligárquica. Se ha actuado perfectamente en el imaginario social, porque todos sabemos qué tenemos que pensar, por ejemplo, cuando vemos a Toxo y Méndez hablando de derechos laborales. Pero lo que no nos paramos a pensar tanto es quién gana teniendo a unos sindicatos completamente vendidos al poder.
Lo mismo ocurre con la política, la dicotomía surgida entre los ciudadanos y los políticos supone abrazar proclamas como “todos son iguales”. Lo que pasa es que somos españoles, y tenemos una historia mentirosa y una memoria de pez, condiciones perfectas para no escribir nuevos guiones y hacer un remake totalitario.
“Aquellos que olvidan su historia están condenados a repetirla”
Porque lo de “la culpa es de los políticos” no es nuevo, allá por 1923 un jerezano de bigote y barriga prominentes se hizo con el poder con un golpe de Estado abrazado a esta idea.
Por eso, antes de involucionar, podríamos barajar la posibilidad de rescatar la política, quitarle el polvo y darle brillo. Podríamos señalar con el dedo única y exclusivamente a aquellos que están mancillando aquello que funciona como motor de una sociedad.
Que la solución venga en forma de partido político es bastante improbable, pero es innegable que será política.
Y aquí es donde entra en juego otro de los factores: La muerte de las ideologías.
Éste no está todavía tan implementado en el imaginario colectivo porque tampoco es prioritario para el poder, es necesaria cierta pugna ideológica para el funcionamiento del gobierno de turno. De hecho a partir de aquí surge otro monstruo que sí se considera político, pero que también comparte el discurso de “no existen, ni izquierdas ni derechas”. Me refiero a partidos disfrazados de “centristas” que sin embargo abrazan antiguas consignas y ex miembros falangistas, y tienen como referentes ideológicos a gente tan admirable como Milton Friedman… Pero ya hablaré en otra ocasión de UPyD.
Lo que estábamos tratando era la muerte de las ideologías. ¿Es cierto que ya no existen ni izquierdas ni derechas? Obviamente no lo es, claro que existen. No están muertas, ni de parranda, están distorsionadas y maquilladas de manera que se piensa que las nimias diferencias entre los dos partidos mayoritarios marcan la división entre izquierda y derecha. Utilizan el disfraz y el desprestigio de las ideologías (siempre con mesura) para luego decir tranquilamente “es lo que hay que hacer” “no queda otra” “no hay alternativas”…

En definitiva considero erróneo y peligroso el predicar y apoyar la antipolítica, así como deslegitimar todos los mecanismos y factores que componen la base social, me parece incongruente querer tumbar un régimen y un sistema sin política. Precisamente la antipolítica la están ejerciendo ellos, hoy la política está en la calle, no en el congreso.

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