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jueves, 19 de enero de 2012

Nunca dudes de poder cambiar el mundo...


- Pero ¿qué le vamos a hacer?, las cosas son así y poco podemos hacer para cambiarlas.

A mi parecer, uno de los mayores errores de la sociedad es ese, la autorresignación, el asumir cualquier tipo de injustica que no nos afecte directamente, como un problema sin solución, o en el mejor de los casos, un problema cuya solución se encuentra tan lejos de nuestro alcance, que lo único que podemos hacer es lamentarnos durante unos pocos segundos, y continuar con nuestra rutina.

El ser humano, caracterizado desde siempre por ser un animal inteligente y social, parece no haber llegado a unir ambas características, y socialmente parece seguir siendo un ser con una inteligencia deficitaria, incapaz de razonar como grupo, y culpando a aquellos más débiles, aquellos más fáciles de atacar (inmigrantes, excluidos sociales, ...) en vez de tratar de razonar si el problema no estará en la forma en la que se gestionan unos recursos, que seguramente podrían ser suficientes para todos, y en una educación que deja mucho que desear.

Seguimos creciendo en una sociedad donde se prima el éxito personal, donde el grupo, como tal, se encuentra en un segundo plano. Nos enfrentan unos a otros continuamente, fijando a nuestro vecino como nuestro rival, nuestro más cercano enemigo. Nos dictan que el éxito radica en la cantidad de bienes que uno es capaz de acumular, sin importar si somos capaces de disfrutarlos, que el éxito es ser capaz de consumir, sin importar la necesidad de lo que consumimos. Pero en el fondo, nuestra condición natural mantiene esa conciencia social, y cuando vemos determinadas injusticias, somos incapaces de eludirlas por completo, y cuando esto sucede, algunos donamos dinero a alguna ONG y nos sentimos mejor. Pero no nos engañemos, esa no es una solución, simplemente un paliativo. Si a una persona le apalean y le roban, la solución no es después darle algo de dinero, la única solución es atacar al problema de raíz, y eso significa parar a aquellos que apalean y roban.

Y entonces aparece un segundo problema, creemos tan poco en nosotros mismos, como pueblo, como parte de una sociedad, que no valoramos nuestro potencial. Cedemos el poder a otros de forma sistemática, sin pararnos a preguntarnos el por qué de las cosas, ni si verdaderamente aquellos que gobiernan realmente piensan en nosotros, sin detenernos a pensar que si las cosas no nos gustan, somos los responsables y los únicos capaces de cambiarlas. La esclavitud no se abolió porque un día un gobernante lo decidiese sin más, hubo gente que luchó durante años por ello; los derechos de los trabajadores no surgieron de la noche a la mañana, detrás hubo un movimiento obrero que sudó sangre por obtener aquello que ahora comienzan a robarnos. Aquellos que tienen el poder y abusan de él, no lo van a ceder si los que son explotados no protestan, y ahora parece que protestar es un crimen. No lo es, tenemos voz y voto, y puesto que por desgracia nuestro voto cada vez parece valer menos, hay que alzar más la voz y manifestarse (pero por supuesto, sin olvidarnos de nuestro voto).

Así que, cuando pienses: "qué le vamos a hacer, las cosas son así y poco podemos hacer para cambiarlas", recuerda las palabras de la antropóloga Margaret Mead, "Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado".

1 comentario:

  1. Como decía Schopenhauer: "Los hombres vulgares han inventado la vida de sociedad porque les es más fácil soportar a los demás que soportarse a sí mismos".

    El problema de fondo, como bien indicabas antes, es que nos hacen creer que no tenemos capacidad para cambiar el mundo y que por tanto mejor lo cambian ellos por nosotros, robándonos así nuestro poder de decisión.

    Pero a lo largo de la historia se repite lo mismo, el mundo es cambiado por una minoría, de modo que ¿a qué esperamos? nuestra voz cuenta, solo que hay que gritar para que llegue.

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